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Gracias al rugby

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Los 10 minutos de Gales-Escocia serán recordados entre lo mejor de la historia del deporte: ganaron los galeses 31-24 luego de ir perdiendo 24-21 a 37 segundos del final

Un equipo que va y va. Que ataca como lema. No importa el minuto, el segundo, la diferencia. Ataca porque es la única manera de entender el rugby: ir para adelante.

El otro defiende. Con todo. Con algo más que el alma: eso que permite tirarse con lo que sea, al filo del reglamento, para evitar que el rival llegue al ingoal. Jugando con el orgullo en la mano. De la única manera que se puede entender el rugby: ir para adelante.

¿Existe algún deporte más lindo que el rugby? Difícil. Pero si alguien osa contradecirlo, entonces muéstrenle los últimos 10 minutos de Gales-Escocia. La mejor síntesis de lo que es el espíritu del rugby.

En los últimos 10 minutos del Gales-Escocia hubo algo mágico en Twickehman. Porque es cierto, podrá decirse que Escocia fue mejor y que mereció ganar el partido. Que tuvo una amarilla que lo desencajó, que lo hizo entrar en un tobogán de nervios, y que el juez jugó su partido para Gales. Pero esa sensación de locura colectiva, que nacía desde la cancha con los jugadores yendo al contacto y abriendo, para correr y correr, o del otro lado para defender con lo que fuera, se traslado de la cancha a la tribuna. Y de la tribuna a los livings de la casa de todo el mundo, donde miles y miles nos vimos incorporándonos del sillón, y mirando esos instantes finales de pie, como si fuésemos un galés o un escocés más.

Fueron 10 minutos en los que se pasó de un partidazo de Escocia a una heroica reacción de Gales. Hasta allí el planteo, la intensidad y la concreción había sido escocesa, que jugó un primer tiempo casi perfecto, asfixiando a Gales y golpeando en los momentos justos. Así, y pese a la lesión de Chris Paterson –justo en su partido número 100- Escocia se distanciaba.

Gales empezó a acercarse con penales de Stehpen Jones, y lo tuvo a tiro. Pero tuvo que llegar la amarilla al pilar Scott Lawson para que el destinos e diera vuelta. Porque Gales, acompañado por el ensordecedor clamor de Twickenham, se agrandó. Empezó a jugar a otra velocidad, con Jones, Lee Byrne y Shane Williams como estandartes, y con unos forwards que tomaban la pelota y sin mirar hacia donde, ni como, avanzaban para mantener el ritmo. Bah; forwards, backs, todos con la misma actitud para romperse la nariz en el contacto, o para abrir la pelota en el pase justo. Incluso, tanta adrenalina generó una pantalla cuando Byrne se iba solo al try.

Hasta que un minuto después llegó el try del descuento, luego que por fin los galeses encontraran el try por la punta, tras tanto correr y fijar la marca, para que Leigh Halfpenny se fuera hasta el ingoal.

Y entonces, otra vez la salida y el rugby a todo o nada, para que Byrne ganara el espacio, punteara el balón largo para ganar en velocidad y llegara el topetazo, el penal y la amarilla a Phil Godman. Ya no era real: era terreno de leyenda, que empataba el partido a falta de 17 segundos.

Llegó la salida, y todos ya suponían que se venía algo histórico, fuera hacia donde fuera. Aunque, 15 contra 13, se podía intuir por donde llegaría el final. Se veía en los ojos del pobre Andy Robinson, DT de Escocia, que sufrió como un calvario los minutos finales y que desde el penal de Byrne tenía las manos en la cabeza. Llegó otra vez el ataque, el kick cruzado, la pelota al rincón, dos rucks y Shane Williams que se metió solo bajo los palos y apoyó con la emoción pintada en su rostro, ante una desesperada defensa escocesa, que en una lucha que ya era desigual, veía como se destrozaba la ilusión de un triunfo que tres minutos atrás tenía en sus manos, en uno de los finales que entrarán en la historia del rugby, ese deporte que siempre se guarda una sorpresa para recordarnos que es el mejor del mundo.

SINTESIS:

GALES (31): Lee Byrne; Leigh Halfpenny, James Hook, Jamie Roberts y Shane Williams; Stephen Jones y Gareth Cooper; Ryan Jones (capt), Martyn Williams y Andy Powell; Alun Wyn Jones y Jonathan Thomas; Adam Jones, Gareth Williams y Paul James.
Suplentes: Huw Bennett, Gethin Jenkins, Bradley Davies, Sam Warburton, Richie Rees, Andrew Bishop y Tom Shanklin.
Entrenador: Warren Gatland.

ESCOCIA (24): Chris Paterson; Tom Evans, Sean Lamont, Graeme Morrison y Rory Lamont; Dan Parks y Chris Cusiter (capt); Johnnie Beattie, John Barclay y Kelly Brown; Alasdair Kellock y Jim Hamilton; Euan Murray, Ross Ford y Alasdair Dickinson.
Suplentes: Scott Lawson, Allan Jacobsen, Richie Gray, Alan MacDonald, Mike Blair, Phil Godman y Max Evans.
Entrenador: Andy Robinson.

PUNTOS DE GALES: tries de Lee Byrne (55’), Leigh Halfpenny (75’) y Shane Williams (80’); y dos conversiones (76’ y 80’) y cuatro penales de Stephen Jones (15’, 23’, 40’ y 79’).

PUNTOS DE ESCOCIA: tries de John Barclay (8’) y Max Evans (19’); una conversión de Chris Paterson (9’); dos penales (26’ y 41’) y dos drop (17’ y 65’) de Dan Parks.

AMARILLA: 73’ Scott Lawson (Escocia).

ARBITRO: George Clancy.
ESTADIO: Millennium Stadium.

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