Monte VI quebró la hegemonía de Polo, Old Boys y Christians, y se consagró Campeón Uruguayo de M19 tras ganarle 25-24 al caballito en una dramática final
Casi como uno de esos cuentos de hadas. Como una película. Elija la que más le guste, porque hay muchas. Esas que el personaje se repone a todo y a todos. Que tiene todas las apuestas en contra, pero que uno a uno baja a sus adversarios para terminar quedándose con toda la gloria.
Es que si a principio de año había algo seguro era que Monte VI no era el candidato al título. Estaba ahí cerca, para entreverarse entre los de arriba, por todo lo bueno que venía haciendo en los años pasados, incluidos copas de oro en M17, semifinales en M19 del Valentín Martínez, Playoffs del Campeonato Uruguayo. Pero estaba Old Boys y su tradición de juego desplegado, Polo y su poderío –a pesar de las bajas de la primera mitad del año- Christians y una generación promisoria.
Monte VI fue callado. Llamó la atención con algún triunfo en la primera ronda ante Christians, que de todos modos no pudo traducir en puntos en la tabla por temas reglamentarios. Había atrasado un par de partidos, y por eso en la tabla aparecía lejos de los grandes de siempre. Sin embargo, la tabla no decía toda la verdad: había un equipo a punto de explotar.
Y si habrá explotado: en la segunda ronde le ganó a Monte VI y a Old Christians, para demostrar que estaba para cosas grandes. En cuartos de final despachó 50-5 a Los Cuervos, y luego en Old Boys dio un golpe antológico: 14-6 al Nº1 Old Boys, para acceder a la gran final.
Faltaba un último acto, el de la final. Y también pareció insólitamente sacada de una película: Carrasco Polo había sido más en el primer tiempo, y había lastimado en los momentos justos. Para peor, Monte VI dejaba pasar alguna chance muy accesible de penal, y por eso al arrancar el segundo tiempo Polo se iba 19-3 y empezaba a probarse la corona.
Como a principio de año, muy pocos pensaban en un Monte VI campeón. Pero fue el momento en que el Monte exploto. Con las mismas herramientas de una semana atrás: un tackle agresivo, con el corazón más que con los brazos, que cortaba avances rivales y permitía recuperar o conseguir penales para ir a campo rival. Y una vez allí, unos forwards sencillamente apabullantes. Con menos kilos y tamaño que la mayoría de sus rivales, pero que pedían la pelota sin miedo, e iban hacia adelante, una y otra vez, para comerse la diferencia.
Primero fue un scrum, cuatro puntadas de forwards, y el try del 19-8. Y luego otros dos desde el line y maul. Empujando con ocho o 10 jugadores, sí, pero también con una hinchada que, más que nunca, fue un jugador Número 16. Agrandando al equipo, alentando sin faltar el respeto ni desmerecer al rival –apenas un par de gritos al juez, de algún padre exaltado, se salieron de libreto-. Esas ganas, ese empuje, le daban los dos tries y un penal, para irse 25-18 y quedar a un paso de la gloria.
Pero tamaña historia merecía un final a la altura, que tuviera al estadio entero de pie. Y lo tuvo: Polo lo fue a buscar, y en el único espacio que pudo conseguir en el segundo tiempo, consiguió un line en 5 yardas, en la última pelota del partido. Empujó y apoyó el try, que lo dejó a una conversión de la victoria. Pero la patada se quedó corta, y Monte VI por fin pudo gritar campeón.
A Monte VI lo empujó su gente, sus ganas, su juego, su agresividad. Pero también su condición de elegido para cambiar la historia. Ese que se ganó esta generación M19, pase lo que pase en el futuro. Porque, aunque estos jugadores sean muy jóvenes para darse cuenta, lo que lograron marcó un antes y un después en la historia del rugby uruguayo. Destronaron a los tres que históricamente han estado allá arriba, para escribir una página nueva. Que, encima, significa la plataforma más sólida para transformarse en un par de años en un sólido equipo de Primera División, como hace mucho tiempo nos e veía.
Todo eso tenía detrás Monte VI. Y todo eso le permitió marcar este 3 de diciembre de 2013 como el día más glorioso de su historia rugbística. Salud, campeón.