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¿Hacia dónde debe ir el rugby uruguayo?

Escrito por adminrg*/ ?> Publicado en Selección, Selecciones, Teros XV, Uruguay

El año 2013 será el de algunas discusiones claves: una de ellas será la de por fin acompasar los caminos de los seleccionados de XV y VII

Foto Jose Romelo Lagman

Foto Jose Romelo Lagman

Ignacio Chans-Redacción RugbyNews

Pasó un año más y el rugby uruguayo no procesó una de sus grandes discusiones: ¿qué se debe hacer con la alta competencia? Y otra igualmente decisiva: ¿cómo se hace para acompasar de una vez por todas a los seleccionados de XV y VII?

Allí están planteados hoy los caminos del rugby mundial: el XV y el VII. El XV con una explosión del profesionalismo ya no solo de las potencias del norte y del Sur, sino de Argentina, de las islas del Pacífico y hasta de varios países del Tier 2 como Estados Unidos, Canadá y Georgia, entre otros. Para los del Tier 3, entre los cuales está Uruguay, es un enorme desafío: obliga a actualizar estructuras y buscar caminos que se acerquen al menos al semi profesionalismo, si no se quiere quedar relegado definitivamente.

El VII ofrece otras características: una explosión profesional más reciente, pero que se vislumbra como más global, con la invalorable ayuda de la entrada de los Juegos Olímpicos –que incluyen rugby femenino, históricamente olvidado por el XV-. Es el lugar donde los gobiernos y Comités Olímpicos del planeta empiezan a ayudar, y donde muchos países sin gran tradición –Kenia, EEUU, Brasil, España, Portugal, Hong Kong, China, Rusia- empiezan a apostar para poder llegar a las instancias mundiales, en una modalidad mucho más pareja que el XV.

Los dos tienen objetivos concretos, alcanzables y atractivos. Y lo que es mejor, pueden convivir siempre que se tenga un poco de coordinación. Sin embargo, el rugby uruguayo no ha tomado hasta ahora decisiones de fondo que le permitan posicionarse en ese mundo que está cambiando a una velocidad impactante. Y de cara a un 2013 absolutamente crucial (Eliminatorias de XV y VII, Mundial de VII, Qualy de Circuito IRB) eso ya no es una posibilidad, sino una obligación para no perder el terreno ganado.

La vieja pelea
A lo largo de los años los caminos del VII y el XV siempre han sido de fricción y choque, y de soluciones que siempre terminan perjudicando al otro. Y si las tormentas se despejan es más por los efectos colaterales de problemas de fondo, que a soluciones reales, como ocurrió en este diciembre con la suspensión de los entrenamientos del XV por falta de fondos.

Una y otra vez el rugby uruguayo ha tropezado con la misma piedra: en 2007 ambos seleccionados tuvieron una agria disputa: el XV se preparaba para el Sudamericano de mayo, en Montevideo, y pretendía que todos los jugadores –incluidos los que también estaban en el VII- realizaran una pretemporada fuerte, para llegar en condiciones a la Eliminatoria. El resultado fue que el Seven disputó los torneos preparatorios al Sudamericano con un equipo de emergencia, y a pocos días se integraron los jugadores del XV, con muchísima carga encima. ¿La consecuencia? Uruguay perdió con Chile y quedó afuera del Seven IRB de San Diego por primera vez en varios años. Las trayectorias parecían repetirse exactamente igual en este 2012, hasta que llegó la inesperada –y negativa- solución. Queda la interrogante de qué pasara si Uruguay tiene un buen rendimiento en el Sudamericano, y clasifica al Mundial de Rusia en junio, y a la Qualy de Hong Kong en marzo, momentos en que el XV ya estará en plena preparación.

A mediados de este año, la URU intentó zanjar esta histórica diferencia con una resolución de Directiva que estableció un sistema de franjas: hasta los 21, el Seven tiene la prioridad sobre la detección y desarrollo de jugadores. De los jugadores detectados, el Seven mantendría la prioridad hasta dejar la categoría M23. A partir de los 24, la prioridad pasaría a ser del seven.

Sin embargo, escrita la regla la URU se enfrentó a un problema: el promedio de edad del Seleccionado de XV ha ido cayendo notoriamente en los últimos años. La explicación es que la competencia internacional demanda cada vez más preparación y tiempo, y las constantes giras del seleccionado son difíciles de afrontar para jugadores de más años y con más exigencias profesionales, en medio de un rugby que es amateur solo en la falta de dinero. Así las cosas, varios de los jugadores que integran la columna vertebral del equipo tienen 23 años o menos, lo que en la práctica llevó a la directiva a relativizar su decisión anterior.

La “sábana corta” complica el panorama, una y otra vez. Sin embargo, ha existido una tendencia en el rugby uruguayo a decidir por blanco o negro, y hasta un cierto desdén por el seven, cuando los modelos que han funcionado en el mundo son los complementarios: el ejemplo más claro está del otro lado del Río de Plata, donde Argentina ha utilizado el seven como plataforma para formación de jugadores del XV. ¿El resultado? La gran mayoría de los backs del plantel del Mundial de Nueva Zelanda 2011 pasaron por el rugby reducido.

No hay soluciones fáciles, pero sí posibles. Implican tomar decisiones firmes, que le den a ambos seleccionados una hoja de ruta clara para poder manejarse. No implica cortes drásticos, pero sí nociones claras de con qué podrá contar cada uno al inicio de cada proceso. Y una vez zanjada la diferencia interna, salir a “vender” los atributos que cada seleccionado tiene: el XV el de la tradición, el de los dos Mundiales, el del segundo lugar sudamericano del que apenas se ha salido, el del “milagro” que ha significado mantenerse entre los 22 mejores equipos del mundo hace una década, ratificándolo con buenos resultados internacionales. Ese producto que tiene como meta el Mundial de 2015.

El Seven también es un producto por demás atractivo: es el campeón Sudamericano, nada menos, y está en carrera por ser uno de los pocos deportes colectivos con chances de llegar a los Juegos Olímpicos de 2016. Está además en un momento bisagra: si bien Argentina sigue estando varios escalones encima, la victoria de 2012 demostró que no es inalcanzable.

Ambos, a pesar de las diferencias internas, también tienen un intangible muy valioso: el rugby es considerado uno de los deportes mejor administrados y desarrollados en Uruguay, lo que abre una puerta tanto en el Comité Olímpico y el Ministerio de Deportes –vitales en el apoyo que se necesitará para el seven-, como a la hora de buscar sponsors, para lo cual la nueva Ley de Fomento del Deporte y el logro de la Concesión del Charrúa serán fundamentales.

Hace tiempo que los caminos están planteados. Pero en 2013 se necesita por fin tomar decisiones de fondo, defenderlas y respetarlas. Alinearse en lo interno, y buscar de una vez por todas dar el gran salto que le permita al rugby cambiar de era. Porque además, si no se logra, el fracaso no será quedarse en el mismo lugar: significará retroceder varios escalones.

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